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Villar de cañas Metiendo a San Isidro en la iglesia
Villar de Cañas es una localidad de la provincia de Cuenca, Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. Tiene un área de 70,60 km² con una población de 457 habitantes (INE 2004) y una densidad de 6,47 hab/km².
Villar de Cañas se encuentra situado a unos 8 Km. de la autovia A-III Madrid-Valencia, (salidas 124, 130 y 132). Al pueblo nos conduce la carretera CM-3118 desde Villares del Saz, carretera por la cual también podemos llegar a Villaescusa de Haro y Belmonte. En coche, dista 1 hora de Madrid y unas 2 horas de Valencia. El municipio se encuentra situado en un llano, cercado de colinas. Al norte delimita con Montalbo, Zafra de Záncara, El Congosto y Villares del Saz, al este con Cervera del LLano y Montalbanejo, al sur con Alconchel de la Estrella y al oeste con Villarejo de Fuentes.
Historia de Villar de las Cañas
Nuestros inicios se remontan a la fundación de un poblado llamado Alcolea, situado sobre el cerro que también se conoce como cerrro Alcolea. Se cree que el poblado morisco de Alcolea sufrió los efectos de una devastadora peste, o posiblemente epidemia transmitida por los mosquitos, ya que se hallaba muy cerca del río Záncara, en una zona con frecuentes inundaciones. Esto obligó a trasladar el poblado media legua hacia el este. Este pudo ser el origen de lo que hoy conocemos como Villar de Cañas. De Alcolea lo único que existe son ruinas, restos de cerámica, y alguna fosa común sobre el cerro de "La Morra" en la que han aparecido numerosos restos óseos tanto de personas como de animales enterrados y cubiertos con una capa de cal. También se conserva una imagen tallada en madera policromada, de unos 86 cm. de altura que se le conoce con el nombre de "la Alcoleana".
Pero para conocer mejor la historia de nuestro pueblo, debemos remontarnos a los siglos IX y X, en los que comenzaron a surgir asentamientos campesinos alrededor de las vías de comunicación, en tierras fértiles. Esto dió lugar a la concesión de fueros y leyes con derechos y deberes de los campesinos, pasando las aldeas que así lo hicieron a categoría de Villas (baja Edad Media). En 1179, Don Pedro Manrique de Lara, encabezando las tropas del Rey Alfonso IX conquista Zafra, frontera que en la jurisdicción cristiana de Cuenca limitaba con la mora. Con lo que también Villar de Cañas, ocupada hasta entonces por los moros, pasó a manos de los cristianos.
Cuando con la protección de la Orden Militar de Santiago, con sede en el castillo de Uclés, los cristianos salieron de las fortificaciones amuralladas, comenzaron a repoblar muchos lugares. A los lugares que habían sido destruidos por los mahometanos, les dieron el nombre de pueblas, como Puebla de Almenara, Puebla de Almoradiel, Puebla de Don Fadrique, etc.. A las poblaciones cortas y abiertas les daban el nombre de villajes o villares y tomaban el nombre del primero o principal que en su reedificación tomaba parte como, Villar de Domingo García, Villar del Saz de Don Guillen, Villar del Saz de Navalón, Naharros o Villar de los Navarros, etc.. En otros casos el nombre hacia referencia a cualquier distintivo natural, como Villarejo de la Peñuela, Villar del Aguila, Villar de Cañas, etc..
Por los años 1370, se crea el Señorío de Montalbo a favor de Don Egas Coello. Montalbo fue cabeza de un prepotente señorío que abarcaba los términos de El Hito, Villar de Cañas, y parte de Villarejo de Fuentes. Pertenecía a la jurisdicción de Huete, ya que la provincia estaba dividida en dos partidos: Cuenca y Huete.
La aldea de Villar de Cañas, situada en el camino real de Madrid a Valencia, fue aumentando de vecinos, llegando a 220. En 1538, tenía ya regimen municipal de villa, con jurisdicción propia, si bien para algunos asuntos hacendarios continuaba vinculada al discurrir de las villas de Montalvo y El Hito. Eclesiásticamente dependía del Obispado de Cuenca.
Con motivo de la enajenación de señoríos y jurisdicciones del Real Patrimonio, incrementada en Castilla a mediados del siglo XVI, Villar de Cañas pasó a ser propiedad del Marqués de Navamorcuende, quien en la primera mitad del siglo XVIII seguía cobrando los impuestos que le correspondían como tal señor jurisdiccional.
La Villa tenía una gran posada medieval y una especie de venta, donde descansaban los transeúntes y arrieros, existiendo cuadras para sus animales y contando con un gran pozo (existente aun en la plaza), a cuyo alrededor brotaban grandes cantidades de cañas dulces, siendo por ella conocida como la "Villa de las Cañas". Desde el año 1754 hasta 1960 el numero de habitantes ha oscilado en torno a los 1500, alcanzando en el año 1950 el máximo de 1810 habitantes.
Lugares de Interes de Viñas de Cañas
En esta foto (2000) podemos contemplar la Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza del siglo XVII. La construcción es de una sola nave y cuenta con tres altares de estilo barroco. Por delante se encuentra el atrio y por la parte posterior se encuentra el cementerio. Por su parte lateral discurre el antiguo Camino Real entre Madrid y Valencia, y se cuenta que el dia 14 de enero de 1635, en un traslado de la Santa Cinta desde la catedral de Tortosa hasta Madrid con motivo del embarazo de la Reina, a su paso por la ermita la campana comezo a tocar por sí sola.
A la entrada del pueblo, destaca la imagen de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Es de estilo renacentista y fue construída sobre el siglo XVI. Es rectangular con unas dimensiones de 35,25 metros de largo por 21,70 metros de ancho. La construcción consta de una planta de salón de tres naves a la misma altura. El abside es poligonal con bóveda de arista sobre trompas, hueco de luz de medio punto sobre el eje de la nave, el segundo tramo de las dos naves laterales con bóvedas de aristas sobre trompas, el segundo tramo de la nave central es de bóveda vaída, el primer y tercer tramo de la nave central bóveda de arista y en los laterales de crucería. Cuenta con un coro elevado de madera con un monumental órgano y sillería tallada. Capillas laterales a la altura del tercer tramo de la nave abiertas por medio de pequeños huecos de medio punto con bóveda de arista, en una de las cuales se encuentran parte de las imágenes que salen en las procesiones de Semana Santa.
En esta otra vista podemos contemplar la torre de la iglesia situada en su cara oeste. Es de seccion cuadrada de sillería, y cuenta con seis huecos para campanas. En la actualidad hay dos campanas: la mayor lleva la inscripción "Nuestra Señora de la Cabeza, marzo de 1957, Villar de Cañas" y está fundida en Valencia y la pequeña dice "Corazón de Jesús, año 1927" y esta fundida en Carabanchel Bajo (Madrid). Esta campana se encontraba en el Ayuntamiento y al acabar la guerra civil fué llevada a la iglesia.
En la cara sur de la iglesia se encuentra un reloj de sol en el que figura la inscripción 1776. La ventana ha sido decorada recientemente (1999) con una preciosa vidriera donada por un vecino anónimo que representa la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza. Por estar orientada hacia el sur, en la misa del mediodía es cuando su luminosidad es máxima. En el interior de la iglesia la podemos observar sobre el coro.
Esta fachada, situada en la Plaza Mayor, forma parte de la arquitectura típica local. Paredes gruesas fabricadas a base de piedra y yeso que se han ido blanqueando con cal año tras año. Las portadas de madera con clavos de forja. Un llamador con la forma de mano. Ventanas pequeñas y reja de forja.
Este edificio fue hasta hace poco tiempo una posada, conocida como la posada de Salas. Esta situado en la plaza de la Fuente, ya que a su costado, donde en la actualidad se encuentra el ambulatorio, existía un pozo y una fuente donde las mozas con las carretas y los cántaros acudían a por agua.
Un de los pocos escudos que aún se conservan, se encuentra en la calle Maria Luisa Vallejo, en el número 12, y es un castillo donjonado, con un lebrel sentado en lo alto portando una espada. Los hidalgos de tres líneas paternos y maternas, timbran su escudo con una celada de acero bruñido, puesta de perfil. Las ocho cruces de Malta van sobre bordura de gules. Más abajo puede leerse 1782.
Costumbres de Villar de Cañas
Para la elaboración de este artículo no existía posibilidad alguna de consulta de bibliografía, toda la información que queda aquí reflejada tiene como única fuente una memoria colectiva que ya solo subsiste en la mente de las personas más mayores.
Desgraciadamente, no podemos indagar en la memoria colectiva como si de un libro se tratase, los detalles y los propios hechos se van perdiendo y olvidando a medida que pasa el tiempo. La única forma de no perder del todo esas costumbres, antaño cotidianas, es plasmarlas en papel para así evitar el olvido. Esta es la razón más importante que lleva a hacer trabajos como el que ahora me ocupa, solo así podremos conservar una cultura que hemos de recibir como afortunados herederos.
Debo reconocer que la realización de este trabajo, que solo puedo considerar como un mero ejercicio de aproximación, ha despertado en mí un interés por llevar a cabo una investigación más profunda, por sacar a la luz más aspectos de la vida cotidiana de nuestros mayores y evitar que estos sean devorados por la inevitable amnesia que produce el paso del tiempo.
En este breve paseo por el pasado he contado con la compañía y consejo de dos amables octogenarios, mi querido abuelo materno, Enrique, con su lucida memoria de ochenta y dos años, y una señora de mi pueblo, Petra, que derrocha a partes iguales edad, amabilidad, avidez e ingenio. De su memoria ha salido todo lo que queda reflejado en este trabajo.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON EL NACIMIENTO.
Durante los meses de embarazo no existían demasiadas variaciones en la vida de las mujeres en estado, estas llevaban a cabo sus tareas cotidianas e incluso realizaban trabajos en el campo si coincidía con la época estival. Ocurría en ocasiones que los niños venían al mundo en el campo, tal vez mientras se segaba, con la única asistencia y ayuda del resto de mujeres que se encontraran allí trabajando.
Existían algunos métodos mediante los cuales las mujeres embarazadas intentaban averiguar el sexo del bebé que llevaban dentro. Uno de los métodos era echar una paletilla de conejo a la lumbre, al fuego, se interpretaba que si la paletilla se abría vendría una niña y si no, un niño. Otro método consistía en una pregunta realizada por alguna amiga de la mujer embarazada, esta debía ser formulada de manera imprevista, intentando causar sorpresa. Se preguntaba a la mujer embarazada: ¿qué tienes en la mano?, si al responder y prestar atención se miraba la mano con la palma hacia arriba significaba que estaba embarazada de una niña, si la palma estaba hacia abajo, era un niño.
La noche siguiente al nacimiento se seguía la costumbre de salir a mirar la luna, la madre recitaba lo siguiente: "cuando la luna está creciente es diferente, cuando está menguante es semejante", y de esta manera se llevaba a cabo una predicción del sexo que habría de tener el siguiente hijo en la familia, con luna creciente sería del sexo contrario al recién nacido, con menguante, del mismo sexo.
Una vez que habían dado a luz, las mujeres no podían salir a la calle hasta el día en que se llevaba el hijo a bautizar, estaba muy mal visto e incluso se consideraba pecado hacerlo. Las mujeres se ayudaban entre sí durante esos días, a la vez que procuraban celebrar el bautizo lo antes posible.
Lo normal era dar dos años o más de pecho, durante este tiempo, la madre tomaba muy a menudo "sopa en vino", una mezcla de vino con azúcar en el que se mojaba pan como sopa. Se decía que al tomar esto con regularidad se producía más leche. Algunos alimentos como las naranjas estaban prohibidos para las mujeres durante el periodo de lactancia.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON LA MOCEDAD.
Los mozos y las mozas solían formar grupos totalmente diferenciados, lo usual era encontrarse únicamente en momentos puntuales como eran los bailes, las bodas u otras celebraciones. Los días de fiesta tenían por costumbre salir a las dos o las tres de la tarde para pasar un rato paseando y acudir después al baile donde los chicos invitaban a bailar a las chicas y aprovechaban la oportunidad para hablar con ellas y conocerlas. Siempre se volvía a casa cuando empezaba a anochecer, con la única excepción durante la celebración de las fiestas del pueblo.
Durante los meses de verano se trabajaba todos los días, ya fuera segando, recogiendo "yeros" (lentejas) o haciendo "morteros", tarea que consistía en arrimar tierra a la base de los girasoles para que no se doblaran con el viento.
Dentro de los dos grupos de mozos y mozas se formaban distintas "cuadrillas" o grupos de amigos, estos se formaban en base a razones de familiaridad, simpatía o por pertenencia a un mismo estrato social. Se solía decir: "entre ricos hay ricos y entre pobres hay pobres". Las diferencias eran a veces acusadas y existía un patente fenómeno de clasismo.
Era común organizar reuniones en las que alguno tocaba un instrumento y se preparaban "orejillas de fraile" metiendo un cucharón en aceite hirviendo, luego en huevo y de nuevo en aceite durante unos segundos.
LOS QUINTOS.
Los quintos comenzaban sus celebraciones en torno a Nochebuena, una vez que se había realizado el sorteo de los destinos. Pasaban quince días sin trabajar, sin más tarea que festejar, beber y comer todo lo que pudieran.
En cada casa se cocía pan cuando llegaban los quintos, estos llevaban las masas en un "estiño" (cuba de esparto con dos asas) al horno donde, previo aviso, les habían dado hora. Como contraprestación por llevar la masa en la carreta y por la ayuda, cada familia elaboraba una gran torta que se entregaba a los quintos para que estos se la comieran o la vendieran.
Si moría alguna caballería, algo usual bajo el acusado frío invernal, esta era llevada a los prados donde era despellejada. Con este pellejo y con una caja grande de madera, normalmente de sardinas, se construía un bombo. Se hacía un mazo y acompañados por una trompeta salían de ronda por las calles del pueblo, recogiendo en cada casa pan, vino, anís o lo que buenamente pudiera entregar cada familia.
La misma caballería de la cual se había extraído el pellejo era de nuevo utilizada por los quintos. Le despojaban los huesos y más tarde los colgaban de puertas y ventanas como parte de sus juegos y pillerías. Asustaban y molestaban a los vecinos con hechos como el cubrir de mierda las cerraduras de las casas o hacer pintadas con añil en las blancas fachadas encaladas. Era también una práctica habitual "blincar" o asaltar corrales para robar conejos organizando eventuales festines.
Tras estos quince días de celebraciones, los quintos seguían reuniéndose y organizando fiestas y festines hasta que, poco a poco, el grupo se iba desmembrando por la incorporación a filas de todos los nuevos soldados.
Debido a la emigración, el número de quintos fue disminuyendo, según estos datos (año-quintos): 1935-22, 1940-9, 1945-23, 1946-32, 1950-39, 1970-26, 1982-12 y 1985-3.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON EL MATRIMONIO.
En tiempo de nuestros abuelos era bastante común mantener noviazgos de entorno a un año e incluso menos. A la hora de formarse parejas se tenía muy en cuenta por ambas partes el nivel socioeconómico, de manera que las relaciones se daban siempre entre iguales. Se criticaba a personas que pretendieran establecer relaciones con personas con mayor poder económico o social, a veces la diferencia podía estribar en un par de mulas. Resultaba deshonroso mantener un noviazgo con una persona de clase inferior y se volvía a repetir la aseveración de "entre pobres hay pobres y entre ricos hay ricos".
Las mozas debían ser muy cautelosas a la hora de elegir a un mozo como novio, este debía ser el adecuado y definitivo, puesto que en caso de romper alguna relación la muchacha quedaba marcada y en entredicho por lo que le resultaba más difícil casarse bien.
Una vez que se formaba una pareja, la relación existente entre ambos se limitaba a largos paseos acompañados con unos itinerarios convenidos de antemano. De ninguna manera se podían abandonar estos recorridos ni tampoco llegar más lejos pues se consideraba una actitud indecorosa. Los novios no se quedaban casi nunca a solas y el contacto permitido ni siquiera incluía los besos. El novio que quería demostrar públicamente su afecto elaboraba una "macolla", adorno realizado con trigo entrelazado, y lo colgaba en la ventana o puerta de la casa de la novia. También cuidaba de que nadie le colocase carteles que solían ser piropos, advertencias o declaraciones.
Una vez que se advertía la conveniencia de la celebración de la boda las dos familias de los novios se reunían para dar su visto bueno, acordar la fecha y planear el futuro inmediato de los recién casados, donde se celebraría la boda, donde viviría el futuro matrimonio y que cosas aportaría cada uno a su nueva vida en común. El hombre llevaría al matrimonio cebada y trigo para las mulas y los medios de vida de la pareja, la mujer preparaba el ajuar en la medida de sus posibilidades y solía procurar también la cama.
El siguiente paso era hablar con el Párroco y pasar un mes "publicaos", en la puerta de la Iglesia se comunicaba el próximo enlace por si hubiera alguien que tuviera algo que decir al respecto. Tras la publicación se celebraban los "atorgos", una despedida de soltero donde el novio invitaba a sus amigos a garbanzos y zurra.
Las bodas se celebraban normalmente en sábado y constaban de un doble ceremonial consistente en el tradicional acto de desposo, por un lado, y del "velado", por otro. En el acto de velado se utilizaba una vela y un yugo, intervenían los padrinos que se colocaban a ambos lados de los novios. Todos sujetaban velas en sus manos, los novios eran cubiertos con mantos, la mujer totalmente y el hombre dejando la cabeza al descubierto, lo cual representaba que era libre. Sobre los novios se tendía también un cordel representativo del yugo. En ocasiones, el acto de velado no se efectuaba el mismo día de la boda, si esto ocurría se solía decir que solo estaban "medio casados" y procuraban ser velados en otra ceremonia junto a otra pareja.
Las bodas en las que alguno de los contrayentes era viudo solían celebrarse de noche sin el conocimiento de la mayoría de los habitantes del pueblo. Esto ocurría porque este tipo de enlaces no despertaban el mismo ánimo entre la gente, se les consideraba segundones. Al celebrarlo a escondidas se evitaban bromas y cantos que en estos casos solían ser comunes. Se solía decir: "¿Quién se casa?, fulano con fulana, ¿qué les van a regalar?, un candil roto, ¿y pa´ que?, ¡pa´que se rasque el choto!".
Los banquetes de boda se celebraban, normalmente, en casa de los suegros. Quien tenía, mataba una oveja, que luego comerían todos juntos, era muy típico preparar ensalada de habichuelas. Los invitados al banquete solían aportar animales o alguna otra vianda y en muy pocos casos dinero. Para la celebración se cogían prestados platos, porrones y demás utensilios de entre todos los invitados, se horneaba expresamente pan y se procuraba tener una buena reserva de vino.
Climatologia de Villar de Cañas
El clima es seco y frío con grandes oscilaciones térmicas, llegando a rozar los 40 grados de temperatura máxima en verano y bajando a temperaturas por debajo de cero en los meses de invierno. El río Záncara, afluente del Guadiana, atraviesa su término municipal proporcionando una fértil vega, además de un riachuelo denominado Sanguijuelas que atraviesa el paraje conocido como Vegafría Su población según el censo de 1999 es de 441 habitantes. No obstante, cuenta con una población flotante cercana a las 2000 personas que cuentan con vivienda en el pueblo, y que por razones de trabajo residen en Madrid, Valencia, Cuenca, etc..
Economia de Villar de Cañas
Su economía se nutre básicamente de la agricultura, cereales, girasol, ajos, sin olvidar la ganadería con algunos cientos de cabezas de ganado lanar. También es de destacar el sector de la construcción, talleres de aperos agrícolas y el sector servicios que atiende a las miles de personas que nos visitan durante las fiestas y la época estival. En su término municipal se encuentra la urbanización "Casalonga", de gran extensión y que es utilizada como segunda vivienda en su mayoría por personas residentes en Madrid.
Gastronomia de Villar de Cañas
Una de las tradiciones que todavía perdura, es la matanza del cerdo. Hay que tener en cuenta que por entonces no existía aun carnicería en el pueblo. Un día antes se cocían las cebollas y calabazas en un caldero de cobre. El día de la matanza, nos levantabamos al amanecer. Los hombres (previa copa de cazalla para aguantar los hielos) cogían el gorrino y lo colocaban tumbado sobre la recia mesa de matar. El encargado de matar el gorrino lo sujetaba por debajo del hocico y procedía a degollarlo. La sangre se recogía sobre un lebrillo para posteriormente hacer las morcillas.
Después, sobre el suelo se chuscarraban los pelos con aleagas y se rascaba con una teja echándole agua caliente con un puchero. Después de descuartizarlo, todos los participantes estaban invitados a comer unas gachas y una tajadas entre gordo y magro con asadura. El porrón de vino no paraba.
Fiestas de Villar de las Cañas
Uno de los días en los que mayor número de personas se congrega en el pueblo es 15 de agosto, con motivo de la festividad de la Virgen de Agosto. En esta instantánea (2000) podemos contemplar como después de la procesión de la mañana que discurre principalmente por la calle Mayor, la Virgen en su carroza se dispone a entrar en la Iglesia, momento solemne en el que el director de la banda de música de Osa de la Vega con los brazos abiertos, da la orden para que la banda entone el Himno de España. Este día el sol se dejó caer.
Las fiestas principales son las que se celebran entre los días 8,9, y 10 de septiembre en honor a Nuestra Señora de la Cabeza. Se cuenta que un parrillano la encontró en un lugar denominado "Piedras de la Virgen" y que pareciéndole una muñeca la metió en una alforja para llevársela a su hija y al ir a entregársela no estaba y creyendo que la había perdido volvió sobre sus pasos, encontrándola otra vez en las mismas piedras. Nuevamente la introdujo en la alforjas, esta vez atándola, y le volvió a pasar lo mismo. Cuenta la tradición que al construir la ermita, la pared que mira a dichas piedras se derruía cada noche, hasta que dejaron unas ventanas que miran hacia allí.
Como fiesta menores, tenemos las que se celebran en honor a Nuestro Patrón San Isidro Labrador entorno al día 15 de mayo. El Santo es sacado a hombros en procesión, celebrándose una tradicional romería hasta su ermita, sita en un pinar cercano al "Cerro el Pino". La víspera se celebra el tradicional "puñao".
También es de destacar las celebraciones en honor a San Antón, en el que es tradición llevar a los animales a bendecir a la iglesia y se les da unos rosquillos de pan con anisetes. El día 16 de enero por la noche, víspera de San Antón, se encienden las "luminarias" que son grandes hogueras en las que se ponen todos los trastos que no sirven. Esa noche se bebe vino y se comen tostones. En la actualidad en las ascuas se asa carne, y cada bar suele hacer una, además de las propias de los vecinos. Es tradición saltar la luminaria (conviene asegurarse que otro vecino no lo haga en sentido contrario).
Villar de Cañas se encuentra situado a unos 8 Km. de la autovia A-III Madrid-Valencia, (salidas 124, 130 y 132). Al pueblo nos conduce la carretera CM-3118 desde Villares del Saz, carretera por la cual también podemos llegar a Villaescusa de Haro y Belmonte. En coche, dista 1 hora de Madrid y unas 2 horas de Valencia. El municipio se encuentra situado en un llano, cercado de colinas. Al norte delimita con Montalbo, Zafra de Záncara, El Congosto y Villares del Saz, al este con Cervera del LLano y Montalbanejo, al sur con Alconchel de la Estrella y al oeste con Villarejo de Fuentes.
Historia de Villar de las Cañas
Nuestros inicios se remontan a la fundación de un poblado llamado Alcolea, situado sobre el cerro que también se conoce como cerrro Alcolea. Se cree que el poblado morisco de Alcolea sufrió los efectos de una devastadora peste, o posiblemente epidemia transmitida por los mosquitos, ya que se hallaba muy cerca del río Záncara, en una zona con frecuentes inundaciones. Esto obligó a trasladar el poblado media legua hacia el este. Este pudo ser el origen de lo que hoy conocemos como Villar de Cañas. De Alcolea lo único que existe son ruinas, restos de cerámica, y alguna fosa común sobre el cerro de "La Morra" en la que han aparecido numerosos restos óseos tanto de personas como de animales enterrados y cubiertos con una capa de cal. También se conserva una imagen tallada en madera policromada, de unos 86 cm. de altura que se le conoce con el nombre de "la Alcoleana".
Pero para conocer mejor la historia de nuestro pueblo, debemos remontarnos a los siglos IX y X, en los que comenzaron a surgir asentamientos campesinos alrededor de las vías de comunicación, en tierras fértiles. Esto dió lugar a la concesión de fueros y leyes con derechos y deberes de los campesinos, pasando las aldeas que así lo hicieron a categoría de Villas (baja Edad Media). En 1179, Don Pedro Manrique de Lara, encabezando las tropas del Rey Alfonso IX conquista Zafra, frontera que en la jurisdicción cristiana de Cuenca limitaba con la mora. Con lo que también Villar de Cañas, ocupada hasta entonces por los moros, pasó a manos de los cristianos.
Cuando con la protección de la Orden Militar de Santiago, con sede en el castillo de Uclés, los cristianos salieron de las fortificaciones amuralladas, comenzaron a repoblar muchos lugares. A los lugares que habían sido destruidos por los mahometanos, les dieron el nombre de pueblas, como Puebla de Almenara, Puebla de Almoradiel, Puebla de Don Fadrique, etc.. A las poblaciones cortas y abiertas les daban el nombre de villajes o villares y tomaban el nombre del primero o principal que en su reedificación tomaba parte como, Villar de Domingo García, Villar del Saz de Don Guillen, Villar del Saz de Navalón, Naharros o Villar de los Navarros, etc.. En otros casos el nombre hacia referencia a cualquier distintivo natural, como Villarejo de la Peñuela, Villar del Aguila, Villar de Cañas, etc..
Por los años 1370, se crea el Señorío de Montalbo a favor de Don Egas Coello. Montalbo fue cabeza de un prepotente señorío que abarcaba los términos de El Hito, Villar de Cañas, y parte de Villarejo de Fuentes. Pertenecía a la jurisdicción de Huete, ya que la provincia estaba dividida en dos partidos: Cuenca y Huete.
La aldea de Villar de Cañas, situada en el camino real de Madrid a Valencia, fue aumentando de vecinos, llegando a 220. En 1538, tenía ya regimen municipal de villa, con jurisdicción propia, si bien para algunos asuntos hacendarios continuaba vinculada al discurrir de las villas de Montalvo y El Hito. Eclesiásticamente dependía del Obispado de Cuenca.
Con motivo de la enajenación de señoríos y jurisdicciones del Real Patrimonio, incrementada en Castilla a mediados del siglo XVI, Villar de Cañas pasó a ser propiedad del Marqués de Navamorcuende, quien en la primera mitad del siglo XVIII seguía cobrando los impuestos que le correspondían como tal señor jurisdiccional.
La Villa tenía una gran posada medieval y una especie de venta, donde descansaban los transeúntes y arrieros, existiendo cuadras para sus animales y contando con un gran pozo (existente aun en la plaza), a cuyo alrededor brotaban grandes cantidades de cañas dulces, siendo por ella conocida como la "Villa de las Cañas". Desde el año 1754 hasta 1960 el numero de habitantes ha oscilado en torno a los 1500, alcanzando en el año 1950 el máximo de 1810 habitantes.
Lugares de Interes de Viñas de Cañas
En esta foto (2000) podemos contemplar la Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza del siglo XVII. La construcción es de una sola nave y cuenta con tres altares de estilo barroco. Por delante se encuentra el atrio y por la parte posterior se encuentra el cementerio. Por su parte lateral discurre el antiguo Camino Real entre Madrid y Valencia, y se cuenta que el dia 14 de enero de 1635, en un traslado de la Santa Cinta desde la catedral de Tortosa hasta Madrid con motivo del embarazo de la Reina, a su paso por la ermita la campana comezo a tocar por sí sola.
A la entrada del pueblo, destaca la imagen de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Es de estilo renacentista y fue construída sobre el siglo XVI. Es rectangular con unas dimensiones de 35,25 metros de largo por 21,70 metros de ancho. La construcción consta de una planta de salón de tres naves a la misma altura. El abside es poligonal con bóveda de arista sobre trompas, hueco de luz de medio punto sobre el eje de la nave, el segundo tramo de las dos naves laterales con bóvedas de aristas sobre trompas, el segundo tramo de la nave central es de bóveda vaída, el primer y tercer tramo de la nave central bóveda de arista y en los laterales de crucería. Cuenta con un coro elevado de madera con un monumental órgano y sillería tallada. Capillas laterales a la altura del tercer tramo de la nave abiertas por medio de pequeños huecos de medio punto con bóveda de arista, en una de las cuales se encuentran parte de las imágenes que salen en las procesiones de Semana Santa.
En esta otra vista podemos contemplar la torre de la iglesia situada en su cara oeste. Es de seccion cuadrada de sillería, y cuenta con seis huecos para campanas. En la actualidad hay dos campanas: la mayor lleva la inscripción "Nuestra Señora de la Cabeza, marzo de 1957, Villar de Cañas" y está fundida en Valencia y la pequeña dice "Corazón de Jesús, año 1927" y esta fundida en Carabanchel Bajo (Madrid). Esta campana se encontraba en el Ayuntamiento y al acabar la guerra civil fué llevada a la iglesia.
En la cara sur de la iglesia se encuentra un reloj de sol en el que figura la inscripción 1776. La ventana ha sido decorada recientemente (1999) con una preciosa vidriera donada por un vecino anónimo que representa la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza. Por estar orientada hacia el sur, en la misa del mediodía es cuando su luminosidad es máxima. En el interior de la iglesia la podemos observar sobre el coro.
Esta fachada, situada en la Plaza Mayor, forma parte de la arquitectura típica local. Paredes gruesas fabricadas a base de piedra y yeso que se han ido blanqueando con cal año tras año. Las portadas de madera con clavos de forja. Un llamador con la forma de mano. Ventanas pequeñas y reja de forja.
Este edificio fue hasta hace poco tiempo una posada, conocida como la posada de Salas. Esta situado en la plaza de la Fuente, ya que a su costado, donde en la actualidad se encuentra el ambulatorio, existía un pozo y una fuente donde las mozas con las carretas y los cántaros acudían a por agua.
Un de los pocos escudos que aún se conservan, se encuentra en la calle Maria Luisa Vallejo, en el número 12, y es un castillo donjonado, con un lebrel sentado en lo alto portando una espada. Los hidalgos de tres líneas paternos y maternas, timbran su escudo con una celada de acero bruñido, puesta de perfil. Las ocho cruces de Malta van sobre bordura de gules. Más abajo puede leerse 1782.
Costumbres de Villar de Cañas
Para la elaboración de este artículo no existía posibilidad alguna de consulta de bibliografía, toda la información que queda aquí reflejada tiene como única fuente una memoria colectiva que ya solo subsiste en la mente de las personas más mayores.
Desgraciadamente, no podemos indagar en la memoria colectiva como si de un libro se tratase, los detalles y los propios hechos se van perdiendo y olvidando a medida que pasa el tiempo. La única forma de no perder del todo esas costumbres, antaño cotidianas, es plasmarlas en papel para así evitar el olvido. Esta es la razón más importante que lleva a hacer trabajos como el que ahora me ocupa, solo así podremos conservar una cultura que hemos de recibir como afortunados herederos.
Debo reconocer que la realización de este trabajo, que solo puedo considerar como un mero ejercicio de aproximación, ha despertado en mí un interés por llevar a cabo una investigación más profunda, por sacar a la luz más aspectos de la vida cotidiana de nuestros mayores y evitar que estos sean devorados por la inevitable amnesia que produce el paso del tiempo.
En este breve paseo por el pasado he contado con la compañía y consejo de dos amables octogenarios, mi querido abuelo materno, Enrique, con su lucida memoria de ochenta y dos años, y una señora de mi pueblo, Petra, que derrocha a partes iguales edad, amabilidad, avidez e ingenio. De su memoria ha salido todo lo que queda reflejado en este trabajo.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON EL NACIMIENTO.
Durante los meses de embarazo no existían demasiadas variaciones en la vida de las mujeres en estado, estas llevaban a cabo sus tareas cotidianas e incluso realizaban trabajos en el campo si coincidía con la época estival. Ocurría en ocasiones que los niños venían al mundo en el campo, tal vez mientras se segaba, con la única asistencia y ayuda del resto de mujeres que se encontraran allí trabajando.
Existían algunos métodos mediante los cuales las mujeres embarazadas intentaban averiguar el sexo del bebé que llevaban dentro. Uno de los métodos era echar una paletilla de conejo a la lumbre, al fuego, se interpretaba que si la paletilla se abría vendría una niña y si no, un niño. Otro método consistía en una pregunta realizada por alguna amiga de la mujer embarazada, esta debía ser formulada de manera imprevista, intentando causar sorpresa. Se preguntaba a la mujer embarazada: ¿qué tienes en la mano?, si al responder y prestar atención se miraba la mano con la palma hacia arriba significaba que estaba embarazada de una niña, si la palma estaba hacia abajo, era un niño.
La noche siguiente al nacimiento se seguía la costumbre de salir a mirar la luna, la madre recitaba lo siguiente: "cuando la luna está creciente es diferente, cuando está menguante es semejante", y de esta manera se llevaba a cabo una predicción del sexo que habría de tener el siguiente hijo en la familia, con luna creciente sería del sexo contrario al recién nacido, con menguante, del mismo sexo.
Una vez que habían dado a luz, las mujeres no podían salir a la calle hasta el día en que se llevaba el hijo a bautizar, estaba muy mal visto e incluso se consideraba pecado hacerlo. Las mujeres se ayudaban entre sí durante esos días, a la vez que procuraban celebrar el bautizo lo antes posible.
Lo normal era dar dos años o más de pecho, durante este tiempo, la madre tomaba muy a menudo "sopa en vino", una mezcla de vino con azúcar en el que se mojaba pan como sopa. Se decía que al tomar esto con regularidad se producía más leche. Algunos alimentos como las naranjas estaban prohibidos para las mujeres durante el periodo de lactancia.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON LA MOCEDAD.
Los mozos y las mozas solían formar grupos totalmente diferenciados, lo usual era encontrarse únicamente en momentos puntuales como eran los bailes, las bodas u otras celebraciones. Los días de fiesta tenían por costumbre salir a las dos o las tres de la tarde para pasar un rato paseando y acudir después al baile donde los chicos invitaban a bailar a las chicas y aprovechaban la oportunidad para hablar con ellas y conocerlas. Siempre se volvía a casa cuando empezaba a anochecer, con la única excepción durante la celebración de las fiestas del pueblo.
Durante los meses de verano se trabajaba todos los días, ya fuera segando, recogiendo "yeros" (lentejas) o haciendo "morteros", tarea que consistía en arrimar tierra a la base de los girasoles para que no se doblaran con el viento.
Dentro de los dos grupos de mozos y mozas se formaban distintas "cuadrillas" o grupos de amigos, estos se formaban en base a razones de familiaridad, simpatía o por pertenencia a un mismo estrato social. Se solía decir: "entre ricos hay ricos y entre pobres hay pobres". Las diferencias eran a veces acusadas y existía un patente fenómeno de clasismo.
Era común organizar reuniones en las que alguno tocaba un instrumento y se preparaban "orejillas de fraile" metiendo un cucharón en aceite hirviendo, luego en huevo y de nuevo en aceite durante unos segundos.
LOS QUINTOS.
Los quintos comenzaban sus celebraciones en torno a Nochebuena, una vez que se había realizado el sorteo de los destinos. Pasaban quince días sin trabajar, sin más tarea que festejar, beber y comer todo lo que pudieran.
En cada casa se cocía pan cuando llegaban los quintos, estos llevaban las masas en un "estiño" (cuba de esparto con dos asas) al horno donde, previo aviso, les habían dado hora. Como contraprestación por llevar la masa en la carreta y por la ayuda, cada familia elaboraba una gran torta que se entregaba a los quintos para que estos se la comieran o la vendieran.
Si moría alguna caballería, algo usual bajo el acusado frío invernal, esta era llevada a los prados donde era despellejada. Con este pellejo y con una caja grande de madera, normalmente de sardinas, se construía un bombo. Se hacía un mazo y acompañados por una trompeta salían de ronda por las calles del pueblo, recogiendo en cada casa pan, vino, anís o lo que buenamente pudiera entregar cada familia.
La misma caballería de la cual se había extraído el pellejo era de nuevo utilizada por los quintos. Le despojaban los huesos y más tarde los colgaban de puertas y ventanas como parte de sus juegos y pillerías. Asustaban y molestaban a los vecinos con hechos como el cubrir de mierda las cerraduras de las casas o hacer pintadas con añil en las blancas fachadas encaladas. Era también una práctica habitual "blincar" o asaltar corrales para robar conejos organizando eventuales festines.
Tras estos quince días de celebraciones, los quintos seguían reuniéndose y organizando fiestas y festines hasta que, poco a poco, el grupo se iba desmembrando por la incorporación a filas de todos los nuevos soldados.
Debido a la emigración, el número de quintos fue disminuyendo, según estos datos (año-quintos): 1935-22, 1940-9, 1945-23, 1946-32, 1950-39, 1970-26, 1982-12 y 1985-3.
COSTUMBRES RELACIONADAS CON EL MATRIMONIO.
En tiempo de nuestros abuelos era bastante común mantener noviazgos de entorno a un año e incluso menos. A la hora de formarse parejas se tenía muy en cuenta por ambas partes el nivel socioeconómico, de manera que las relaciones se daban siempre entre iguales. Se criticaba a personas que pretendieran establecer relaciones con personas con mayor poder económico o social, a veces la diferencia podía estribar en un par de mulas. Resultaba deshonroso mantener un noviazgo con una persona de clase inferior y se volvía a repetir la aseveración de "entre pobres hay pobres y entre ricos hay ricos".
Las mozas debían ser muy cautelosas a la hora de elegir a un mozo como novio, este debía ser el adecuado y definitivo, puesto que en caso de romper alguna relación la muchacha quedaba marcada y en entredicho por lo que le resultaba más difícil casarse bien.
Una vez que se formaba una pareja, la relación existente entre ambos se limitaba a largos paseos acompañados con unos itinerarios convenidos de antemano. De ninguna manera se podían abandonar estos recorridos ni tampoco llegar más lejos pues se consideraba una actitud indecorosa. Los novios no se quedaban casi nunca a solas y el contacto permitido ni siquiera incluía los besos. El novio que quería demostrar públicamente su afecto elaboraba una "macolla", adorno realizado con trigo entrelazado, y lo colgaba en la ventana o puerta de la casa de la novia. También cuidaba de que nadie le colocase carteles que solían ser piropos, advertencias o declaraciones.
Una vez que se advertía la conveniencia de la celebración de la boda las dos familias de los novios se reunían para dar su visto bueno, acordar la fecha y planear el futuro inmediato de los recién casados, donde se celebraría la boda, donde viviría el futuro matrimonio y que cosas aportaría cada uno a su nueva vida en común. El hombre llevaría al matrimonio cebada y trigo para las mulas y los medios de vida de la pareja, la mujer preparaba el ajuar en la medida de sus posibilidades y solía procurar también la cama.
El siguiente paso era hablar con el Párroco y pasar un mes "publicaos", en la puerta de la Iglesia se comunicaba el próximo enlace por si hubiera alguien que tuviera algo que decir al respecto. Tras la publicación se celebraban los "atorgos", una despedida de soltero donde el novio invitaba a sus amigos a garbanzos y zurra.
Las bodas se celebraban normalmente en sábado y constaban de un doble ceremonial consistente en el tradicional acto de desposo, por un lado, y del "velado", por otro. En el acto de velado se utilizaba una vela y un yugo, intervenían los padrinos que se colocaban a ambos lados de los novios. Todos sujetaban velas en sus manos, los novios eran cubiertos con mantos, la mujer totalmente y el hombre dejando la cabeza al descubierto, lo cual representaba que era libre. Sobre los novios se tendía también un cordel representativo del yugo. En ocasiones, el acto de velado no se efectuaba el mismo día de la boda, si esto ocurría se solía decir que solo estaban "medio casados" y procuraban ser velados en otra ceremonia junto a otra pareja.
Las bodas en las que alguno de los contrayentes era viudo solían celebrarse de noche sin el conocimiento de la mayoría de los habitantes del pueblo. Esto ocurría porque este tipo de enlaces no despertaban el mismo ánimo entre la gente, se les consideraba segundones. Al celebrarlo a escondidas se evitaban bromas y cantos que en estos casos solían ser comunes. Se solía decir: "¿Quién se casa?, fulano con fulana, ¿qué les van a regalar?, un candil roto, ¿y pa´ que?, ¡pa´que se rasque el choto!".
Los banquetes de boda se celebraban, normalmente, en casa de los suegros. Quien tenía, mataba una oveja, que luego comerían todos juntos, era muy típico preparar ensalada de habichuelas. Los invitados al banquete solían aportar animales o alguna otra vianda y en muy pocos casos dinero. Para la celebración se cogían prestados platos, porrones y demás utensilios de entre todos los invitados, se horneaba expresamente pan y se procuraba tener una buena reserva de vino.
Climatologia de Villar de Cañas
El clima es seco y frío con grandes oscilaciones térmicas, llegando a rozar los 40 grados de temperatura máxima en verano y bajando a temperaturas por debajo de cero en los meses de invierno. El río Záncara, afluente del Guadiana, atraviesa su término municipal proporcionando una fértil vega, además de un riachuelo denominado Sanguijuelas que atraviesa el paraje conocido como Vegafría Su población según el censo de 1999 es de 441 habitantes. No obstante, cuenta con una población flotante cercana a las 2000 personas que cuentan con vivienda en el pueblo, y que por razones de trabajo residen en Madrid, Valencia, Cuenca, etc..
Economia de Villar de Cañas
Su economía se nutre básicamente de la agricultura, cereales, girasol, ajos, sin olvidar la ganadería con algunos cientos de cabezas de ganado lanar. También es de destacar el sector de la construcción, talleres de aperos agrícolas y el sector servicios que atiende a las miles de personas que nos visitan durante las fiestas y la época estival. En su término municipal se encuentra la urbanización "Casalonga", de gran extensión y que es utilizada como segunda vivienda en su mayoría por personas residentes en Madrid.
Gastronomia de Villar de Cañas
Una de las tradiciones que todavía perdura, es la matanza del cerdo. Hay que tener en cuenta que por entonces no existía aun carnicería en el pueblo. Un día antes se cocían las cebollas y calabazas en un caldero de cobre. El día de la matanza, nos levantabamos al amanecer. Los hombres (previa copa de cazalla para aguantar los hielos) cogían el gorrino y lo colocaban tumbado sobre la recia mesa de matar. El encargado de matar el gorrino lo sujetaba por debajo del hocico y procedía a degollarlo. La sangre se recogía sobre un lebrillo para posteriormente hacer las morcillas.
Después, sobre el suelo se chuscarraban los pelos con aleagas y se rascaba con una teja echándole agua caliente con un puchero. Después de descuartizarlo, todos los participantes estaban invitados a comer unas gachas y una tajadas entre gordo y magro con asadura. El porrón de vino no paraba.
Fiestas de Villar de las Cañas
Uno de los días en los que mayor número de personas se congrega en el pueblo es 15 de agosto, con motivo de la festividad de la Virgen de Agosto. En esta instantánea (2000) podemos contemplar como después de la procesión de la mañana que discurre principalmente por la calle Mayor, la Virgen en su carroza se dispone a entrar en la Iglesia, momento solemne en el que el director de la banda de música de Osa de la Vega con los brazos abiertos, da la orden para que la banda entone el Himno de España. Este día el sol se dejó caer.
Las fiestas principales son las que se celebran entre los días 8,9, y 10 de septiembre en honor a Nuestra Señora de la Cabeza. Se cuenta que un parrillano la encontró en un lugar denominado "Piedras de la Virgen" y que pareciéndole una muñeca la metió en una alforja para llevársela a su hija y al ir a entregársela no estaba y creyendo que la había perdido volvió sobre sus pasos, encontrándola otra vez en las mismas piedras. Nuevamente la introdujo en la alforjas, esta vez atándola, y le volvió a pasar lo mismo. Cuenta la tradición que al construir la ermita, la pared que mira a dichas piedras se derruía cada noche, hasta que dejaron unas ventanas que miran hacia allí.
Como fiesta menores, tenemos las que se celebran en honor a Nuestro Patrón San Isidro Labrador entorno al día 15 de mayo. El Santo es sacado a hombros en procesión, celebrándose una tradicional romería hasta su ermita, sita en un pinar cercano al "Cerro el Pino". La víspera se celebra el tradicional "puñao".
También es de destacar las celebraciones en honor a San Antón, en el que es tradición llevar a los animales a bendecir a la iglesia y se les da unos rosquillos de pan con anisetes. El día 16 de enero por la noche, víspera de San Antón, se encienden las "luminarias" que son grandes hogueras en las que se ponen todos los trastos que no sirven. Esa noche se bebe vino y se comen tostones. En la actualidad en las ascuas se asa carne, y cada bar suele hacer una, además de las propias de los vecinos. Es tradición saltar la luminaria (conviene asegurarse que otro vecino no lo haga en sentido contrario).
Ayuntamiento de Villar de Cañas
Plaza Mayor, 1
16433 - Villar De Cañas
Tel: 969 194 001
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